La Real Academia Española (RAE), en una de sus acepciones, define la palabra escozor como: “Sentimiento causado por una pena o desazón”.
Esto viene a colación por las declaraciones del presidente Enrique Peña Nieto, el pasado sábado, al término de la Carrera Molino del Rey, donde dijo: “Sin embargo, a veces asociamos mucho el que el tipo de cambio se mueva con que estamos mal. La verdad, así como evidentemente esto genera cierto escozor entre la gente, también es positivo”, y mencionó ejemplos: “Le da a nuestro país condiciones de mayor competitividad; lo hace más atractivo, también. El turismo atrae mayor turismo”.
Coincidimos parcialmente con el mandatario sólo en el aspecto del turismo extranjero que visita a México, pues hoy sus dólares le rinden más –ayer al escribir esta columna se cotizaba a $16.74- y, efectivamente, eso nos hace más atractivos ante las carteras de los visitantes internacionales; no así para los connacionales, que deben pagar peajes demasiados caros y gasolina, cuyo precio no tiene nada de barato, siendo, incluso, más caro que en Estados Unidos, por mencionar un ejemplo.
Sin dejar de reconocer logros a nivel macroeconómico, como la inflación, que según el Banco de México va por debajo de la meta establecida —aunque en ello difieran substancialmente las amas de casa, que se quejan de las alzas en productos básicos (los raquíticos salarios no les alcanzan)—, existen otra preocupaciones en el ánimo de la población: violencia, pobreza, empleo insuficiente, precario sistema educativo, sistema de justicia corrupto y oneroso, la carga de una costosa e ineficiente burocracia y, por si fuera poco, mantener a una inútil y repudiada clase política. Eso es más que escozor; bien pudiera llamársele terror.
Habría que preguntar respetuosamente al señor Presidente si hay otros aspectos que también le provocan escozor, además de los mencionados. La fuga del Chapo, el asunto de la “Casa Blanca”, que se acuse a México de practicar la tortura de manera sistemática y generalizada, que la depreciación de nuestra moneda supere ya 11 por ciento en el año, o que unos cientos de irreverentes escritores y periodistas del mundo se atrevan a enviarle una carta a Los Pinos urgiéndole “el compromiso efectivo de su gobierno para garantizar la libertad de expresión en México”. Sin duda que a sus gobernados nos gustaría saberlo, en especial a los 55.3 millones de pobres.
Ahora, en cuanto a los beneficios que el titular del Ejecutivo federal encuentra en la depreciación de nuestra divisa, es necesario considerar los efectos perversos que necesariamente se derivan de aquella acción. Siendo México una nación altamente importadora para los diversos sectores productivos, el alza del dólar impacta en los costos y éstos, a su vez, en los precios al consumidor.
Tarde o temprano dicho incremento en los precios presionará la variable inflacionaria con las consabidas consecuencias perniciosas para la economía nacional y la de las familias que sufren cada día para hacer llegar el sustento a sus hogares. Como se ve, no todo es miel sobre hojuelas.
Mientras tanto, el panorama para el gobierno de Peña Nieto pareciera un tanto intrincado con su nivel de aprobación en descenso, los precios del petróleo en los suelos, una economía que de tantos recortes pareciera terminar por claudicar, los chinos que no dudando en recurrir a cualquier artificio para salvar a su economía ponen en vilo al mundo, incluyendo a México, los estadunidenses y la zozobra del aumento a las tasas de interés… en fin, un conjunto de elementos que conforman un pesado lastre y que para salvarlos requieren de mucha habilidad política, de mayor voluntad y decisión, pero, sobre todo, de tomar conciencia de dónde estamos parados como país. Pues a pesar de los cantos de las sirenas, no estamos insertados en el camino correcto hacia el desarrollo que demandan los 120 millones de mexicanos. Ello, a pesar de las famosas reformas constitucionales.
Dudo mucho que haya un connacional a salvo del escozor, excepto aquellos de las grandes fortunas que pueden blindar sus personas y capitales ante las embestidas apocalípticas de la violencia y de los vaivenes criminales del capitalismo. La enorme mayoría, los simples mortales, esos que vivimos al día, sí, vivimos con mucho escozor y no poca desesperanza por lo que sucede en el país.
MANLIO
El dedazo para que Manlio Fabio Beltrones dirija al PRI, además de mostrar la habilidad del sonorense para lograr la bendición presidencial, no es sino la aceptación clara y sin ambages de que nunca hubo un nuevo Partido Revolucionario Institucional, es el mismo dinosaurio de siempre.
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